El mundo está atravesado por una pandemia que obliga a los países a cerrar sus puertas, implementando una economía de guerra dentro de sus fronteras. Vivimos una crisis mundial que no deja espacio para las especulaciones. Es momento de actuar ética y responsablemente.
Si alguien hubiera dicho que en el año 2020 íbamos a estar hablando de economía de guerra no le hubiera creído. Pero lamentablemente hay conceptos que vuelven y economía de guerra es uno de ellos.
Tal como su expresión lo dice, el concepto economía de guerra tiene su origen en la manera en la que los Estados se comportaban tradicionalmente ante un conflicto bélico. Sin embargo, en la actualidad, su definición va más allá de un enfrentamiento militar. Hoy, hace referencia a todas las acciones o medidas que debe llevar a cabo un país en un momento crítico determinado.
Desde que el brote del virus Covid-19 se ha convertido en pandemia todos los países del mundo han implementado una economía de guerra dentro de sus fronteras, y si todavía queda alguno que no ha tomado esa postura, no demorará mucho en actuar.
Si bien la situación de economía de guerra es afrontada por cada país según las necesidades que se presenten a raíz de una coyuntura específica, a partir del coronavirus, el mundo entero comparte la misma situación. Existen ciertos rasgos comunes que ocurren con frecuencia en los casos de economía de guerra. Es un momento donde los recursos se vuelven aún más escasos, donde el problema comienza siendo de oferta, ya que la producción disminuye o se detiene totalmente, y termina siendo de demanda, debido a que el consumidor aumenta su solicitud de bienes por el estado de alerta permanente en el que vive.
A estos problemas se le suman conflictos impositivos, laborales y salariales. En una economía de guerra lo más común es que el Estado vea disminuir su recaudación impositiva y las empresas sus ingresos. Es fundamental una mayor presencia estatal en el sector privado, para garantizar a los empleados en relación de dependencia la continuidad de sus empleos y salarios. A su vez, desde el gobierno nacional, se deben considerar medidas económicas para aquellos trabajadores independientes y para aquellos inmersos en el mercado informal.
Cuando un país implementa una economía de guerra, desde el gobierno nacional hasta cada individuo en su hogar, pasando por las empresas del sector privado, deben adoptar la misma postura. Básicamente nos referimos a reducción o eliminación de gastos innecesarios, reacomodamiento de las finanzas y cuidado extremo de los recursos en existencia. Es fundamental tener en cuenta que, mientras se esté en economía de guerra, los ingresos podrían disminuir notablemente, hasta llegar a ser $0, y lo peor de todo, es no saber cuánto tiempo durará ese estadio.
En los tiempos que corren no podríamos esperar otra cosa que una profundización en la contracción de la actividad del sector privado. Ahora más que nunca, es indispensable que los empresarios pongan arriba de la mesa su responsabilidad social empresarial. La situación de economía de guerra que se vive a nivel mundial obliga a los empresarios a implementar acciones y tomar decisiones éticas, teniendo la mayor consciencia social posible. Lo mismo aplica para los trabajadores, quienes deben dar lo mejor de sí.
En este terrible escenario de crisis mundial no hay lugar para las especulaciones, ni para quienes pretendan recuperar en dos meses lo perdido en un año. Solo hay espacio para el trabajo conjunto de todos los factores de la sociedad. Políticos, empresarios, trabajadores y la sociedad en general, cada uno desde su rol, unidos para salir adelante.
¡Hasta la próxima!
Por Julieta Colella para Create Trade